La pelea entre Musk y Trump pone en riesgo el futuro de la NASA
Lo que durante un año pareció una sólida alianza política, colmada de elogios y aparentes gestos de camaradería entre Elon Musk y Donald Trump, se ha desmoronado de forma espectacular esta semana.
La ruptura, que se desarrolló a la vista de todos, escaló a niveles insospechados, incluyendo acusaciones del hombre más rico del mundo hacia el presidente de Estados Unidos sobre sus vínculos con un notorio delincuente sexual. La respuesta de Trump no se hizo esperar, afirmando que Musk simplemente “había perdido la cabeza”.
Redes Sociales: El campo de batalla digital
El intercambio de insultos no se limitó a simples palabras. A través de sus propias plataformas de redes sociales, tanto Musk como Trump lanzaron amenazas con implicaciones muy reales.
Trump insinuó la posibilidad de cancelar todos los contratos y subsidios gubernamentales de Musk —“la mejor manera de ahorrar dinero”, publicó— una acción que tendría consecuencias devastadoras no solo para las empresas del magnate tecnológico, sino también para las agencias federales que han llegado a depender críticamente de ellas.
En una jugada audaz, Musk respondió anunciando que comenzaría a retirar las naves espaciales Dragon de SpaceX, vehículo del que depende la NASA para sus misiones de transporte. Aunque posteriormente se retractó, la amenaza dejó en evidencia la fragilidad de la infraestructura espacial estadounidense.
El peligro de privatizar el bien público
Este enfrentamiento, digno de un reality show, ha puesto de manifiesto una vez más el enorme riesgo de dejar bienes públicos esenciales, como la exploración espacial, en manos de compañías privadas controladas por multimillonarios de carácter errático.
Lo que alguna vez fue un motivo de orgullo y esfuerzo colectivo nacional, ahora puede ser saboteado por los caprichos emocionales de una sola persona.
La extraña sociedad entre Musk y Trump ya había generado una creciente preocupación por posibles actos de corrupción. Se multiplicaron los llamados a investigar cómo el CEO de Tesla podría haber utilizado su influencia en el gobierno para beneficiar directamente a sus propias compañías.
La reciente disputa no hace más que subrayar otro riesgo latente: los servicios vitales que Musk provee pueden convertirse en daños colaterales de sus pleitos personales, con decenas de miles de millones de dólares en juego.
Decisiones que alarman al mundo
La manera desordenada y pública en que se ha desarrollado este conflicto es un claro recordatorio de lo impredecible que puede ser el proceso de toma de decisiones de ambos personajes.
La promesa de Musk de paralizar las naves de SpaceX, que habría dejado a Estados Unidos sin acceso inmediato a la Estación Espacial Internacional (ISS), y su posterior marcha atrás, parecieron más una rabieta emocional que una decisión estratégica.
“En vista de la declaración del Presidente sobre la cancelación de mis contratos gubernamentales, @SpaceX comenzará a retirar su nave espacial Dragon de inmediato”, publicó Musk sin previo aviso. Menos de un día después, respondiendo a un usuario anónimo, rectificó: “Buen consejo. Ok, no retiraremos las naves Dragon”.
La infraestructura global en manos de Musk
Este episodio no es la primera advertencia. Desde que Musk se negó en 2023 a permitir que Ucrania utilizara la red Starlink en Crimea para un ataque sorpresa contra las fuerzas rusas, los gobiernos han tenido que lidiar con la incómoda realidad del control de Musk sobre infraestructuras clave a nivel mundial.
Sus afirmaciones de que podría paralizar “toda la línea del frente” ucraniana simplemente apagando Starlink provocaron un incidente diplomático. Mientras tanto, en Europa, crece la prisa por encontrar alternativas ante la imprevisibilidad del magnate.
A pesar de las señales de alerta, Estados Unidos ha continuado profundizando su dependencia de las empresas de Musk, otorgándole contratos millonarios. El sector espacial, en particular, se ha vuelto prácticamente un sinónimo de su nombre.
Fuente: BBC