Investigación y Desarrollo

“Antes de la pandemia ya casi todo se estaba desacelerando y en general es muy bueno”: Danny Dorling, profesor de la Universidad de Oxford

La pandemia de covid-19 “nos ha golpeado” en un momento en el que ya estábamos en un proceso de desaceleración, dice Danny Dorling, profesor de Geografía de la Universidad de Oxford.

En su libro Slowdown (Ralentización), que se imprimió en enero de 2020, el geógrafo social cuestiona la idea de que estábamos viviendo en una era de aceleración económica y tecnológica sin precedentes.

Lo comenzó a escribir hace siete años y, en el proceso, se sumergió en un mar de datos sobre población, economías, innovación tecnológica, entre otros aspectos.

Con excepción de las tasas de consumo, la contaminación ambiental, los viajes internacionales y las temperaturas globales, que estaban en aumento, el experto halló varias señales de ralentización y así lo muestra en 63 gráficos de 67 que incluyó en la obra.

Por ejemplo, encontró que, en general, el crecimiento global del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita se ha ralentizado desde hace un tiempo.

“Mucho antes de que la pandemia azotara el mundo casi todo ya se estaba desacelerando”, escribió en septiembre en la revista Human Geography.

La segunda parte del título de su libro es: The End of the Great Acceleration – And Why It’s Good for the Planet, the Economy and Our Lives: (El fin de la Gran Aceleración y por qué es bueno para el planeta, la economía y nuestras vidas).

Y es que, según le indica a BBC Mundo, el académico no sólo cree que la desaceleración es inevitable, sino que es “deseable” y necesaria.

Cuestión de números

Dorling analizó las tasas de crecimiento económico, medidas por el PIB, de varios años y encontró que al comparar la década de 1950 con la de 1960, la de 1970 con la de 1980 y así sucesivamente, en promedio, el crecimiento del Producto Interno Bruto es menor cada década en relación con la anterior.

“A la gente le cuesta recordarlo, pero justo antes de la pandemia, el crecimiento económico se había desacelerado”, señala.

“Incluso se habló de una recesión mundial, pero es que siempre tenemos una visión a muy corto plazo”.

Cuando enfrentamos crisis económicas, “tendemos a culpar” de lo que está sucediendo a factores inmediatos, dice. Lo hicimos, por ejemplo, con la crisis del petróleo en los 70, con la del desempleo en los 80 y “lo estamos haciendo ahora con la pandemia”.

No nos damos cuenta de que “en realidad, el crecimiento económico nunca ha vuelto a tener la velocidad que tuvo en las décadas de 1950 y 1960”.

De acuerdo con el autor, los años 60 fueron “un poco más lentos” que los 50.

Aun así, las tasas de crecimiento económico en ambas décadas “eran insostenibles” por lo altas.

De haberlas mantenido a lo largo de los años, la economía mundial ahora sería mucho más grande y “estaríamos quemando incluso más carbón y consumiendo más recursos”.

Una de las razones que explican esa desaceleración es que la cantidad de consumidores no ha aumentado tanto como en el pasado.

“El año pico de crecimiento de la población humana en el planeta en su conjunto fue alrededor de 1968, cuando la población mundial aumentó 2% en solo un año”.

“Eso representó un gran incremento de consumidores y de la demanda”, señala el profesor.

“Sin embargo, a medida que el crecimiento de la población se desacelera, lo cual ha sucedido casi todos los años desde 1968, la demanda de bienes también ha disminuido”.

“Inevitable”

Para Dorling, la ralentización “es inevitable, pero también, en general, algo muy bueno”.

Si se toma, por ejemplo, la idea del 2% de crecimiento económico anual durante 100 años, llegaríamos a una cifra enorme.

“El capitalismo -que no siempre hemos tenido y que ha tomado varias formas- se basa en la idea de mercados en constante crecimiento, con ganancias cada vez mayores, y quienes lo apoyan tratan de decir que las cosas serán mejores y que está bien que haya periodos con tasas de crecimiento increíbles, aunque sean insostenibles”.

Ese planteamiento tuvo su momento, indica el experto. Pero ya no tiene cabida: no es lo que está sucediendo y difícilmente le quiere ver un espacio en el futuro.

“No se pueden colocar más cosas en las casas de muchas personas. Tenemos demasiados bienes materiales, piensa en la cantidad de basura que tiramos cada semana y en el tamaño de los contenedores que están fuera de nuestras viviendas”.

“Lo impactante de los confinamientos es descubrir que en realidad estás tirando aún más basura de lo que solías hacer porque, por supuesto, no estás botando cosas en el trabajo ya que no vas a trabajar, no estás viajando, no estás comiendo en un restaurante donde otros tiran los paquetes de comida”.

En un confinamiento, todo va a parar en tu casa, ya sea que pidas a domicilio o que vayas a hacer la compra tú mismo.

“Puedes medir por la cantidad de cosas que hay, cada semana en ese contenedor de plástico afuera de tu casa, la increíble tasa de consumo, desperdicio y empaques que generamos”.

“Piensa en la idea de que eso pudiera aumentar. ¿Te imaginas crecer 2% cada año?”

Comprar y comprar

Además de mostrarle a muchas personas cuánta basura generan en cuestión de días, los confinamientos también han permitido apreciar el problema de los espacios en los que muchos individuos viven.

“El capitalismo, a través de la publicidad, ha estado tratando de que la gente compre cosas que no necesita y que las ponga en un espacio que no tiene”. Y, aun así, encontramos la manera de almacenarlas.

Años antes, Dorling lo había advertido: tenemos seis veces más “cosas” que la generación que nos precedió.

“Hay que detener ese tipo de crecimiento”, señala.

“Es bastante probable que tus hijos vivan en el mismo tipo de casa que vives y que usen el mismo tipo de lavadora y secadora que usas”, indica Dorling.

“En muchos países, no vemos que la generación más joven tenga una calidad de vida mucho más alta que la generación anterior y ciertamente no vivirán en casas más grandes porque no hay espacio para esas casas”.

Una familia más pequeña

El crecimiento de la población humana también se ha venido desacelerando.

“Se ha ralentizado de forma bastante sorprendente con la pandemia, el número de bebés que han nacido se ha reducido incluso más rápido que el año anterior a la pandemia, cuando se registró el número más bajo de bebés” en las estadísticas históricas de muchos países.

Debido, en gran parte, a que muchas mujeres tienen más control sobre cuándo quedar embarazadas y cuántos hijos quieren tener y a que muchas otras deciden no concebir, se puede ver que la población mundial se estabiliza.

“Quizás habrá alrededor de 10, quizás 11, quizás menos de 10 mil millones de personas dentro de 80 años a partir de ahora”.

“Esto es realmente importante porque la población humana nunca se había estabilizado antes” y ese fenómeno se está dando porque nos dirigimos muy rápidamente a la familia promedio: la que tiene dos hijos.

“Es una estabilidad que hemos elegido y que hace que muchas cosas sean posibles”.

Y es que la píldora anticonceptiva ha llevado al empoderamiento de millones de mujeres.

“Entre todas las transformaciones de la posición social de las mujeres, ese ha sido el cambio más grande en los últimos 100 años, el mayor que hemos visto en términos de nuestra especie”.

No como el teléfono

El autor señala que, aunque constantemente se dice que el mundo está cambiando más rápido que nunca, en el futuro se verá más bien lento.

“Todas estas declaraciones sobre la velocidad del cambio se hacen sin referencia a algún tipo de medición”.

De acuerdo con el autor fue en la década de los años 30, con los nuevos usos de la electricidad, que se registró la tasa más alta de innovación en varios países.

Y no podemos olvidar los descubrimientos hechos durante la Segunda Guerra Mundial y que “los años 60 y 70 fueron emocionantes por la informática”.

Frente a internet y la conectividad actual, Dorling recuerda que tuvo correo electrónico en los años 80, que vio videos en computadoras a finales de esa década y que a principios de los 90 tenía un celular.

“No es algo increíblemente nuevo, el verdadero shock fue la invención del teléfono”, dice. “Ese sí fue un cambio enorme”.

“Con el teléfono y el telégrafo de repente se podían transportar mensajes por todo el planeta a la velocidad de la luz”.

Ni como el tractor

Dorling destaca las transformaciones impresionantes que vivieron nuestros antepasados.

“Hace 130, 120 años teníamos caballos en todos los campos y el tractor se acababa de inventar. Este es el momento de mis bisabuelos, ellos se enteraron del despegue del primer avión, del comienzo de la aviación, eran jóvenes y antes de morir vieron que los cohetes aterrizaban en la Luna“.

“Durante la mayor parte de los últimos 20 o 30 años, la gama de innovaciones ha sido mucho más lenta en lo que respecta a mi vida”.

“Muchas de las cosas que nos prometió la ciencia ficción, como la teletransportación o incluso vuelos individuales en nuestras propias motos a reacción, simplemente no han sucedido”.

“Pareciera más difícil inventar cosas ahora”.

Y un ejemplo de ello, indica, son las vacunas que se están produciendo para controlar la pandemia.

“La tecnología de la mayoría de estas vacunas es bastante antigua. Algunas son un poco más nuevas, pero en realidad se trata de ciencia antigua aplicada a una enfermedad”.

“No hay un descubrimiento nuevo sorprendente y por eso es que tenemos tantas vacunas diferentes en todo el mundo”, pues crearlas no es tan complejo como sí lo fue para los científicos que intentaron producirlas en medio de la pandemia de influenza de 1957.

“Esta pandemia es diferente”

En su libro, Dorling aborda varias pandemias, como la de la gripe que se desató entre 1918 y 1919.

“El PIB de todo el mundo se contrajo aproximadamente un 14%. Pero luego, al año siguiente, aumentó 16%”.

“Las pandemias anteriores, a menos que se retroceda mucho en el tiempo, han tendido a desaparecer con bastante rapidez”.

Una de las que más duró fue la “terrible” pandemia de gripe rusa, en 1889, que se extendió unos cuatro años, después de los cuales “volvimos a la normalidad”.

“Esta pandemia es diferente”, reflexiona. “No hay un paralelo”.

Contamos con medicamentos, conocimiento, ya hay vacunas, sabemos cómo proteger a las personas más vulnerables.

“Eso es realmente una buena noticia. Esta pandemia no debería durar cuatro años, pero los efectos económicos, sociales y psicológicos podrían durar mucho más porque no reaccionamos a ninguna de las pandemias anteriores de la misma manera que lo hemos hecho con esta”.

“Creo que es en parte diferente porque ya estábamos desacelerando, las cosas no iban tan rápido. Teníamos control sobre nuestras vidas. La economía no era un gigante fuera de control, no se trataba del tipo de crecimiento económico del pasado”.

“Y como pudimos ver opciones, no teníamos que tener a todo el mundo trabajando en fábricas u oficinas todo el tiempo, desconectamos y cerramos, así que ralentizamos el consumo de alguna manera y no sabemos muy bien qué va a pasar después de esto”.

La promesa falsa

La desaceleración, dice el autor, “es deseable, pero no suficiente”.

“Es deseable porque los efectos de no desacelerar -como el aumento de la contaminación, la mayor extracción de minerales y recursos naturales que se necesitan para la aceleración, el incremento de la población- son muy malos”.

“Así es que la desaceleración es una buena noticia, pero eso no significa que la vida de la mayoría de las personas sea buena”.

Y al hablar de “una buena vida”, Dorling cree que una manera de entenderla es a través del índice mundial de felicidad, que en los últimos años ha liderado Finlandia.

“Disminuir la velocidad no es suficiente, también tienes que repartir las cosas de forma más equitativa y luego verás una mejora muy rápida en los niveles de felicidad de las personas, de su bienestar”.

“Su nivel de vida real es importante y no se trata de cuánto pueden comprar, sino de qué tan seguras se sienten”.

“En el pasado, debido a la aceleración en el crecimiento económico, le dijimos a la gente: ‘No se preocupe si está mal, no se preocupe si sus hijos son pobres, habrá mucho más para todos en el futuro, no tiene por qué quejarse ahora'”.

Y es que, señala el autor, “el crecimiento siempre te permite mentirle a la población”.

“Cuando te das cuenta de que la promesa de crecimiento no va a funcionar, eso nos lleva a entender que algo diferente tiene que suceder, que no podemos quedarnos esperando que las cosas mejoren”.

“La desaceleración significa que tienes que preocuparte por lo que tenemos ahora porque no habrá más para ti en el futuro. No habrá más para tus hijos y sus hijos”.

Más equidad

Para el geógrafo, una distribución justa y regulada de la riqueza entre los miembros de la sociedad es una de las claves.

“Es realmente importante cómo se reparte la vivienda”, dice y ejemplifica: “Importa si hay apartamentos vacíos en Londres, porque eso significa que otras personas estarán abarrotadas en sus viviendas en la misma ciudad y que otras dormirán en la calle”.

“Una vez te das cuenta de que la desaceleración está ocurriendo”, indica, “entonces tendrás que preocuparte por la justicia”.

“Y una vez lo haces, puedes tener algo que es mucho mejor y eso es como un boleto dorado, con el que se ayuda a la gente a que se sienta segura, a que se cuide entre sí, que se sienta feliz, sin tener que comprar más y más cosas”.

“La ralentización no es una mala noticia”, dice Dorling en un video publicado en su página web.

“Pero tenemos que prepararnos para vivir en un mundo en el que un grupo significativo no nos haremos consistentemente más ricos que nuestros padres”.

Con información de BBC

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